Segunda visita al refugio Asociación Patitas
El día de hoy, mi compañera Isabella Salinas y yo nuevamente visitamos el refugio de la Asociación Patitas como parte de nuestro primer proyecto de CAS. Esta vez teníamos un plan más estructurado de qué hacer: trajimos nuestras botas de plástico para dedicarnos a limpiar los carriles de cada perro y, si nos alcanzaba tiempo después de esta nueva labor, teníamos planeado volver ayudar con la limpieza de excrementos como el primer día.
Apenas llegamos al lugar, fue momento de ponernos a trabajar, puesto que son más de 20 carriles en total, y cada uno tiene entre de 3 a 5 perros dentro. El señor nos dio las instrucciones puntuales para realizar la actividad y nos pusimos manos a la obra en ese preciso momento.
Nosotras nos encargamos de la parte de la limpieza, fue el señor el que nos ayudó a hacer que los perros salgan y regresen después a sus carriles.
El pequeño problema fue que no teníamos un muy buen ritmo al trabajar, ya que era la primera vez que nos encargábamos de hacer una limpieza tan exhaustiva (debido a que el lugar estaba muy sucio y debíamos limpiar hasta que el fuerte olor se vaya). En esta ocasión, nuestra amiga Adriana nos acompañó de manera voluntaria, lo cual representó una ayuda adicional. Por ello, a pesar que no contábamos con una especial velocidad pudimos acabar a tiempo e incluso pasar a recoger los excrementos como habíamos planeado.
Comparando este día con nuestra primera visita, puedo decir que la segunda definitivamente se sintió mejor: yo, por lo menos, sentí que estaba aportando una mayor ayuda tanto al señor como trabajador del lugar, como a los perros; puesto que estaba ayudando con una parte del trabajo más cansado, y porque de esta manera nos aseguramos que los perros se mantengan sanos sin contacto con lugares altamente contaminados.
Nosotras nos encargamos de la parte de la limpieza, fue el señor el que nos ayudó a hacer que los perros salgan y regresen después a sus carriles.
El pequeño problema fue que no teníamos un muy buen ritmo al trabajar, ya que era la primera vez que nos encargábamos de hacer una limpieza tan exhaustiva (debido a que el lugar estaba muy sucio y debíamos limpiar hasta que el fuerte olor se vaya). En esta ocasión, nuestra amiga Adriana nos acompañó de manera voluntaria, lo cual representó una ayuda adicional. Por ello, a pesar que no contábamos con una especial velocidad pudimos acabar a tiempo e incluso pasar a recoger los excrementos como habíamos planeado.
Comparando este día con nuestra primera visita, puedo decir que la segunda definitivamente se sintió mejor: yo, por lo menos, sentí que estaba aportando una mayor ayuda tanto al señor como trabajador del lugar, como a los perros; puesto que estaba ayudando con una parte del trabajo más cansado, y porque de esta manera nos aseguramos que los perros se mantengan sanos sin contacto con lugares altamente contaminados.
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